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Contra el mestizaje: la importancia del Mes de la Cultura Afroperuana

Updated: Jun 28, 2020

Perú se considera a sí mismo un país “mestizo” que armoniza lo europeo con lo indígena. En realidad, es un país profundamente racista y colorista que aspira a “blanquearse”. Mientras tanto, los indígenas y los afrodescendientes no solo sufren discriminación hacia ellos, sino que la ejercen entre sí.


Desde el año 2006, el 4 de junio se conmemora el Día de la Cultura Afroperuana en recuerdo de la muerte de Nicomedes Santa Cruz (1925-1992), notable intelectual, artista y figura central de la reivindicación negra en Perú. Ocho años después (y coincidiendo con la muerte de su hermana, la extraordinaria Victoria Santa Cruz [1922-2014]), esta conmemoración se extendió a todo el mes de junio, que fue declarado Mes de la Cultura Afroperuana. La iniciativa parece basarse en el Black History Month de Estados Unidos, que se celebra en febrero desde la década de 1970. Y de manera similar a lo que ocurre en EE.UU., esta iniciativa es recibida en el país andino con indiferencia o rechazo, como si se tratase de una conmemoración innecesaria o fuera de contexto.

De esta situación surgen las siguientes preguntas, que parecen retóricas pero es necesario hacerlas: ¿Existe racismo en Perú? ¿No somos acaso un país mestizo y de origen indígena (Quechua o Inca)? ¿La población negra de Perú no es mínima en comparación con la de EE.UU.? ¿Cómo puede haber racismo entre una población mayoritariamente mestiza? La respuesta simple es que sí existe racismo en Perú. Es diferente al racismo segregacionista de EE.UU. y de otras sociedades esclavistas como Brasil, mas tiene dinámicas históricas similares y se basa en la misma hegemonía de lo “blanco”. Además, es un racismo no solo vertical (desde gente blanca hacia gente indígena y negra), sino horizontal (lo ejercen gente indígena y negra entre sí).

Con una violenta historia de invasión y colonización española, Perú es un país dominado por una élite criolla blanca que se ha legitimado con el discurso del mestizaje: el peruano promedio es una combinación feliz de lo europeo y lo indígena. Es como el cronista mestizo Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616), 50% noble indígena y 50% blanco conquistador, síntesis de la Peruanidad para el discurso hispanista conservador. Incluso aquella frase del escritor indigenista José María Arguedas (1911-1969), “Soy un demonio feliz que hablar en cristiano e indio, en español y quechua”, puede ser asimilada y simplificada por el discurso del mestizaje.

En la práctica, este discurso ha producido un deseo asimilacionista que admira lo “blanco” y aspira a “blanquearse”: ya sea comparando mínimos matices en el tono de piel (colorismo), ya sea vinculando la capacidad de consumo, la educación o la higiene con la gente blanca. En una encuesta de Ipsos del 2017, ninguna persona del nivel socioeconómico A se reconoció a sí misma como indígena o afrodescendiente. Como contraparte, lo “indígena” es admitido siempre y cuando entre en contacto con lo “blanco” (es decir, deje de ser “indígena”). La misma lógica se aplica a los afrodescendientes en Perú: se afirma que el mestizaje entre lo blanco y lo indígena los incluye, cuando en la práctica se aspira a su inevitable “blanqueamiento”.

Sin un aparato represivo que exterminara a la gente no blanca (como fue el caso en Norteamérica durante la colonia inglesa, o los casos de Argentina y Chile durante la etapa republicana), la colonia española en los Andes estableció un sistema que, aunque segregó a la población indígena, la mantuvo como fuerza de trabajo y aprovechó sus sistemas nativos de organización. Por ello, cuando empezó el tráfico de esclavos transatlántico, los Andes se mantuvieron al margen por su situación geográfica y porque ya contaba con una mano de obra indígenas en condiciones de semiesclavitud. Aún así, hubo un importante flujo de esclavos que llegaron a la costa desértica para trabajar en las haciendas de algodón y azúcar. La esclavitud sería abolida en Perú en 1854 (y reemplazada en la práctica por la migración china); no obstante, el discurso racista que la acompañó continuaría en los años siguientes y, en un giro perverso, sería utilizado en contra de las reivindicaciones indígenas.

Históricamente, la nación peruana se ha constituido a partir de una tensión entre las regiones del desierto costeño y de las montañas de los Andes (la discusión sobre el rol de la Amazonía, una región muy compleja y todavía relegada, merecerá un post en el futuro). Aunque ambas regiones siempre estuvieron articuladas en lo económico y político, se formó un imaginario que vinculaba la región andina con la herencia indígena (el Cuzco fue la capital del Tawantinsuyu), mientras que la costa era el espacio del poder colonial y de lo europeo blanco (Lima fue la capital del Virreinato y los criollos independentistas la conservaron como capital de la República). Lo interesante es que el imaginario de lo costeño blanco incluía a la gente negra como su clase popular y, en cambio, omitía referencias a los indígenas en la costa.

En efecto, la gente negra se estableció mayoritariamente en los desiertos costeños y llegaron muy poco a las zonas altoandinas, pero esta oposición costa y sierra promovida por las élites también significó una oposición entre afrodescendientes e indígenas. Los dos sectores que más sufrieron el sistema de colonización se percibían a sí mismos como rivales y se rechazaban mutuamente. Una clara manifestación de esta oposición es el discurso criollista durante el siglo XX: Lima era una ciudad armónica y feliz, de élites blancas y clases populares negras en continua jarana, hasta la llegada masiva de los migrantes andinos que solo trajeron desorden. Por otro lado, se formó un discurso nacionalista que identificaba a la gente negra como extranjera, distinta al indígena y al servicio de los blancos. En otras palabras, se construyó la imagen de que Perú no es un país negro, o que solo lo es en un grado menor (apenas algunas localidades en el desierto costeño). Un ejemplo contemporáneo de esto son los insultos racistas que sufren los equipos de fútbol ecuatoriano y colombiano (países con mayor presencia afrodescendiente). Asimismo, el discurso xenofóbico hacia la migración venezolana reciente también se combina con estereotipos racistas: se ve a los hombres como más violentos y las mujeres son sexualizadas. Esos otros países sí son negros; en cambio, Perú es mestizo y de raíz indígena.


Otro ejemplo del racismo horizontal entre personas de origen indígenas y afrodescendientes es la siguiente entrevista Victoria Santa Cruz. Al relatar la experiencias personales que inspiraron su poderoso poema/performance "Me gritaron negra", esta intelectual cuenta el racismo que sufrió cuando era niña por parte de sus amigas mestizas. Cuando una niña blanca y rubia se niega a jugar con ella por su color de piel, sus amigas mestizas le dan la espalda. El fragmento en específico está entre los minutos 6:51 y 9:05, pero recomiendo mirar el documental completo (dividido en tres partes)



Afortunadamente, ya desde la etapa colonial se crearon lazos de solidaridad entre los sectores afrodescendientes e indígenas, que continuarían vigentes durante la República y hoy se manifiestan en formas de activismo interseccional. El “mestizaje”, no como discurso legitimador de las élites sino como proceso de entrecruzamiento racial, efectivamente ocurrió en Perú, pero no de manera feliz ni armónica: muchos hombres blancos y no blancos violaron a mujeres negras e indígenas, y sus descendientes (ya sean mulatos o zambos o cholos) constituyen una conflictiva identidad étnica. También las manifestaciones culturales pasaron por proceso de “mestizaje”, aunque lo mejor sea renunciar a este término dado que invisibiliza las relaciones jerárquicas de poder. Lo afrodescendiente y lo indígena debe ser recibido y celebrado desde las nociones de “resistencia”, “negociación” o “adaptación”. Perú no es un país “mestizo”. Perú es un país que ha “resistido” formas particulares de supremacía blanca y en donde la gente negra e indígena “ha negociado” y “se ha adaptado” valientemente a una sociedad que los excluye. Afrodescendientes e indígenas que mantienen encendido el deseo de cambio. Eso hay que celebrar en el Mes de la Cultura Afroperuana: el deseo de cambiar para mejor.

A continuación, les presento una pequeña lista de plataformas digitales dedicadas al activismo negro en el Perú y/o a conmemorar el Mes de la Cultura Afroperuana (la lista se estará actualizando constantemente):


[Agradezco a Andrea V. López algunas precisiones sobre la presencia de población afroperuana en los Andes. Efectivamente, hoy en día es difícil encontrar comunidades negras en los Andes. Sin embargo, sobrevive su herencia en varios bailes llamados “negrillos” o “morenadas”. En Cusco, durante fiestas religiosas como la de Paucartambo o el Corpus Cristi, se baila la danza de los “negrillos”. Los danzantes usan máscaras y guantes negros para simular a personajes afrodescendientes y labores de esclavitud. También está la legendaria María Angola, la campana de la Catedral del Cusco. Sobre ella hay algunas leyendas que implican el sacrificio de una esclava negra angolana en la fundición de la campana].

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